sábado, 20 de diciembre de 2014

2015

Diariamente la bestia amanece cargada de rencor.  Sus voraces fauces vomitan borbotones de palabras cargadas de veneno. Como en un ritual diabólico las vuelca sobre los diarios que inyectarán la ponzoña a sus lectores ávidos de tragedia, a quienes  convirtió en aterrados espectadores de una falsa realidad y adictos a un fatalismo inexistente. Un mínimo, circunstancial fracaso, es replicado desde lúgubres campanarios televisivos por los verdugos de las palabras, a los cuatro vientos.
Desde tiempos inmemoriales presagian las peores catástrofes, desparramando temor y escepticismo a vastos sectores de la población. Son los multimedios del terror, la prensa “canalla”. Los que avalaron con su silencio la tortura, el secuestro, la muerte en su versión más cobarde; esa que se abalanzó sobre víctimas indefensas.
A los genocidas apañó la bestia a cambio de sucios negocios manchados de sangre, la misma bestia que hoy quiere ser quien maneje los destinos de un pueblo que ya emprendió el camino hacia su liberación.
No importan las consecuencias que produzcan sus destemplados embates, un ejército de eunucos acompaña el devastador discurso por conveniencia económica. Carentes de moral acatan las órdenes de la bestia; se dicen periodistas independientes, son la resaca de una alegre generación de esperanzados estudiantes, una lejana estudiantina que fue entregando los valores de la verdad al mejor postor.
La bestia se siente herida, el pueblo adormecido ayer, hoy está despertando y quiere recuperar lo que le robaron desde el fondo de la historia. Despierta de un letargo obligado, con fuerza arrolladora exige justicia social. Marcha portando banderas de libertad a paso de vencedores, rebelde, indómito, con los bríos y la firmeza que otorga la razón.
La bestia babea, está sangrando por la herida, furiosa destila su pócima sobre esas páginas ensangrentadas desde donde lanza su cruzada anti pueblo. Tiene seguidores que se guarecen en su diatriba, la replican, comparten sus sentimientos de odio.
Ellos son el mascaron de proa, los súbditos del imperio editorial y televisivo, los lacayos que lucen con orgullo la librea que les presta su Señor, el dueño de la corporación mediática.
Unas migajas de prensa, algún mimo es sus titulares, un rato de pantalla y esos siervos están dispuestos para todo servicio. Vienen a ceder en todo, pretenden retrotraernos a nuestras peores pesadillas; hundir al país en un pantano de miseria, entregarnos atados a los buitres  para ser despellejados.
La bestia está aterrada, es peligrosa, pero también es vulnerable. El pueblo ya no duerme,  despertó después de años de sumisión de la mano de líderes populares  y mira un futuro digno de ser vivido que ya disfruta, va por sus derechos, nunca menos.
Se están velando las armas, dispuestos a defender los logros que nos corresponden el 2015 marcará el comienzo del fin. La bestia tiene fecha de vencimiento y la prorroga no existe, los pueblos no se rinden nunca y unido jamás será vencido.