EL OCASO DE LOS FANTASMAS…………
de Raul Ludueña
Hubo una época en que Argentina era un raro país. Los gobiernos trabajaban al servicio de los grandes monopolios, la llamada “Banca Internacional”, los dueños de los campos productivos y otras instituciones. Eran estos los verdaderos dueños del poder.
La Santa Iglesia marcaba los límites en los cuales el ciudadano debía transitar para no ser abandonado a su suerte por Dios y los Santos Evangelios, a decir de los curas santulones.
Hacía un tiempo que la reserva moral de la patria, los militares, habían cedido la administración formal a estos políticos que acataban dócilmente los mandatos de las corporaciones.
Pasaron distintos presidentes, en lo formal, y todos y cada uno fue dejando al pueblo en la más profunda miseria. Cada uno fue perro fiel de intereses opuestos a los de las mayorías, llegamos al extremo de pedir “que se vayan todos” y ninguno se fue, todos se quedaron.
Se quedaron, asustados unos, escondidos otros, anunciando su retiro algunos, pero todos ahí, agazapados como el depredador que espera pacientemente su presa.
Vino el tiempo del trabajo, con mucho esfuerzo logramos tener gobernantes que comenzaron a trabajar para lo que habían sido elegidos: darle dignidad al pueblo, cubrir sus necesidades, recuperar sus ahorros, pagar las deudas generadas por ineptos, elevar la educación y montones de cosas que nadie pensó que serían realizadas en nuestro país. Al principio muchos tuvieron desconfianza pero de a poco el pueblo fue dándose cuenta que esta vez las convicciones no quedaban en la puerta de la “Rosada”.
La bonanza los fue sacando de sus madrigueras, tímidamente al principio, con más fuerza a medida que olían la abundancia, con violencia en los borbotones de palabras cargadas de odio, hoy.
Son fantasmas que regresan, como zombies, a recuperar lo que creen está al alcance de sus manos. Ninguno reparo que este es otro país, otro pueblo, que los mira con indiferencia o desprecio.
Quieren asaltar el gobierno de cualquier manera, sus mandantes lo necesitan imperiosamente para no desaparecer, arrastrados por una lenta justicia que de a poco va dejando en descubierto sus turbios negocios.
Son épocas raras, de esperanza para unos y angustia y desasosiego para otros.
Llegó el tiempo del ocaso, las sombras van cubriendo a los esperpentos del ayer mientras un sol radiante alumbra el camino del pueblo hacia octubre.
Las convicciones hoy moran dentro de la Casa Rosada, ahí se quedaran, custodiadas por una militancia que avanza a paso de triunfadores……
La Santa Iglesia marcaba los límites en los cuales el ciudadano debía transitar para no ser abandonado a su suerte por Dios y los Santos Evangelios, a decir de los curas santulones.
Hacía un tiempo que la reserva moral de la patria, los militares, habían cedido la administración formal a estos políticos que acataban dócilmente los mandatos de las corporaciones.
Pasaron distintos presidentes, en lo formal, y todos y cada uno fue dejando al pueblo en la más profunda miseria. Cada uno fue perro fiel de intereses opuestos a los de las mayorías, llegamos al extremo de pedir “que se vayan todos” y ninguno se fue, todos se quedaron.
Se quedaron, asustados unos, escondidos otros, anunciando su retiro algunos, pero todos ahí, agazapados como el depredador que espera pacientemente su presa.
Vino el tiempo del trabajo, con mucho esfuerzo logramos tener gobernantes que comenzaron a trabajar para lo que habían sido elegidos: darle dignidad al pueblo, cubrir sus necesidades, recuperar sus ahorros, pagar las deudas generadas por ineptos, elevar la educación y montones de cosas que nadie pensó que serían realizadas en nuestro país. Al principio muchos tuvieron desconfianza pero de a poco el pueblo fue dándose cuenta que esta vez las convicciones no quedaban en la puerta de la “Rosada”.
La bonanza los fue sacando de sus madrigueras, tímidamente al principio, con más fuerza a medida que olían la abundancia, con violencia en los borbotones de palabras cargadas de odio, hoy.
Son fantasmas que regresan, como zombies, a recuperar lo que creen está al alcance de sus manos. Ninguno reparo que este es otro país, otro pueblo, que los mira con indiferencia o desprecio.
Quieren asaltar el gobierno de cualquier manera, sus mandantes lo necesitan imperiosamente para no desaparecer, arrastrados por una lenta justicia que de a poco va dejando en descubierto sus turbios negocios.
Son épocas raras, de esperanza para unos y angustia y desasosiego para otros.
Llegó el tiempo del ocaso, las sombras van cubriendo a los esperpentos del ayer mientras un sol radiante alumbra el camino del pueblo hacia octubre.
Las convicciones hoy moran dentro de la Casa Rosada, ahí se quedaran, custodiadas por una militancia que avanza a paso de triunfadores……
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