jueves, 24 de marzo de 2016

24 de marzo. Lágrimas.

24 DE MARZO.
Mi humilde homenaje a todos los militantes populares, en especial a aquellos que dieron su vida por una patria mas justa. De mi proximo libro les dedico uno de los cuentos que lo componen, ojalá les guste. Gracias, HLVS.
Lagrimas.
Raul Ludueña
Tenías miedo, mucho miedo, pero no llorabas, solamente te caían las lágrimas, en silencio. Nos amontonaron en un furgón, en la parte de atrás, esposados. Se hacía difícil respirar, el ambiente era denso, saturado de gemidos de dolor y sollozos. Pensábamos que como otras tantas veces, nos llevarían presos, tal vez algunos maltratos y después de unos días todo quedaría en una anécdota.
Unas horas antes nos habíamos juntado en una mesa del bar que está cerca de la facultad, estábamos junto a varios compañeros discutiendo sobre quién se iba a encargar de pasar los apuntes al grupo. Eran épocas de exámenes y la charla trasnochaba sobre ese tema. Recuerdo que estabas muy feliz, reías por cualquier cosa. Compartiamos tu alegría junto a los de siempre, mientras preparábamos unos trabajos que teníamos que presentar. Compartías tus proyectos, esa semana te mudabas a un departamento más grande y para festejar te regalamos un acolchado, sabíamos que te hacía falta uno nuevo. Nos contagiabas tu entusiasmo al planificar la próxima cena para darnos una gran noticia, te la pasabas hablando de tu pareja en un futuro compartido. Tu cuerpo estaba cambiando pero fingíamos no darnos cuenta de tu embarazo.
No recuerdo mucho más, me vienen a la mente gritos, insultos, empujones.
Fue de repente, irrumpieron como una estampida. Trajes de fajina, botas, fusiles, prepotencia y odio, mucho odio.
Hombres armados con las caras ocultas por pasa montañas entraron casi corriendo, gritaban las órdenes. -¡Todos con las manos en la nuca, zurdos de mierda!, vociferaba el que estaba al mando. Hubieron empujones, gente que cae, nosotros rodamos por el piso.
Mesas, sillas y estudiantes fueron arrasados de su lugar. Un golpe de bayoneta partio mi cabeza, vi dos garras que te arrastraron del pelo hacia la calle. Alaridos, confusión y llantos.
Se me nubló la vista, deje de sentir el cuerpo. Luego el silencio, largo silencio. Me fuí alejando del infierno, muerto o desmayado. No se.
Sin noción del tiempo que pasó vi tu cara golpeada, noté mi camisa húmeda por la sangre. Pase la lengua por mis labios, estaban salados, un líquido pegajoso se secaba en mi rostro inflamado.
Nos apretujaron con muchos otros que no reconocía en la penumbra, la camioneta andaba a los tumbos, supongo que por un camino de tierra.
Nunca supe donde nos llevaron. Solamente sentía tu respiración y veía tus lágrimas cuando una mínima claridad se colaba al pasar debajo de alguna luz de la calle; eran igual a las que derramaste por la muerte de tu viejo. Tu dolor, grande o pequeño, siempre fue el mío.
Creí estar enamorado de vos en esa época, nunca me atreví a confesarlo. No me hubiera perdonado romper mi secreto sabiéndo cuanto amabas a tu Juan .
Nos bajaron en un descampado, formaron dos filas, las mujeres de un lado y nosotros del otro. Pese a la oscuridad reconocí a muchos de la facultad.
Las hileras las ordenaron entre insultos y empellones, nos cruzamos en una mirada, fue eterna y final. Tus ojos mojados se clavaron en los míos, fue la despedida. Sentimos el terror de enfrentar la muerte, aún así, nos desesperaba más pensar en el destino del otro. Así nos queríamos.
Pasaron muchos años para que supiera que tu mamá se reencontró con tu hija, te juro que es igual a vos. Tal vez la estés viendo desde algún lugar, tal vez estés al lado nuestro o nunca hayas dejado de estar. No se porqué ni cómo se dieron las cosas, pero sobreviví después de muchos tormentos.
Te siento cerca visitando a tu familia, paso largos momentos con tu hija, me pide que le cuente historias tuyas, como eras, como te vestías. Hasta me preguntó si éramos novios. ¡Como me gustaría decirle que sí! A veces se le escapa alguna lágrima que seca rápidamente, pero no son de miedo.
De mis cosas prefiero callar, están enterradas bajo la espesura del dolor, me pone bien que charlemos sobre vos, te mantiene viva.
Pido dos café en el viejo bar, como todos los años en esta fecha, acostumbro tomar uno mirando la calle mientras el otro se enfría en la espera.

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